El alcance de la crisis de los fertilizantes en el Perú
Perú
importa más de 1.4 millones de toneladas de los principales fertilizantes al
año. De los cuales 22% corresponde a urea. El 78% de los fertilizantes
importados corresponden a otras fuentes de nitrógeno y otros fertilizantes,
igual de esenciales para la producción agrícola. Así, la presente crisis, no es
sólo de urea, ni siquiera de fertilizantes, es una crisis del sector, con un
trasfondo mundial y debe abordarse así: desde la oferta y sus canales
comerciales, desde la demanda y consumo, desde la competencia y substitutos.
Entre enero y abril del 2022 Perú importó 292 mil toneladas de
fertilizantes, un 33% menos que el mismo periodo del 2021. El fertilizante más
afectado fue el nitrato de amonio
(para uso agrícola) cuya importación disminuyó 81%, de 72 mil toneladas a 14
mil este 2022; en segundo lugar, la urea,
que pasó de 110 mil a 49 mil toneladas (-55%); en tercer lugar, el cloruro de potasio cayó en 60% de 30
mil toneladas a 12 mil toneladas. Los fertilizantes que aportan fósforo disminuyeron en 67%. La
importación de fertilizantes compuestos
disminuyó en 71%. Entonces, no es solo el mayor precio o escasez de urea o
nitrógeno, sino de un conjunto de insumos igual de críticos para la producción
agraria.
Un aspecto positivo ha sido la estrategia liderada por los
importadores y distribuidores privados, centrada en incrementar la importación
de otros fertilizantes substitutos.
Por ejemplo: entre ene-abr del presente, la importación de sulfato de amonio
(fuente de nitrógeno como la urea) se incrementó de 89 mil toneladas a 143 mil
toneladas; la importación de sulfato se potasio de incrementó en 53%.
Las consecuencias han sido muy
comentadas: la disminución del abastecimiento de fertilizantes ocasiona la
disminución de los rendimientos de cultivos, asimismo, el mayor costo
desincentiva las siembras, disminuyendo la oferta de productos agrícolas,
generando aumento de precios y escasez. El impacto final viene incrementando la
inseguridad alimentaria y nutricional. Pero, esta es una crisis mundial, que
afecta a nuestra producción agrícola y, también, a importaciones; por ejemplo,
de maíz amarillo duro, de trigo y la soya; insumos importantes para la dieta
peruana, pues afectan los precios de alimentos derivados del trigo (como las
pastas y harinas), de la soya (aceites, pollo, leche), del maíz (pollo, leche,
etc.).
¿Cómo
debería enfrentarse esta crisis?
Como una crisis sectorial, debería
verse desde las dos perspectivas del mercado: la oferta y la demanda,
enfatizando los canales comerciales, los productos substitutos y el consumo.
La demanda se genera por la necesidad de mejorar la producción de los
cultivos: los fertilizantes son el “alimento” de las plantas. Sin embargo, la
eficiencia de uso es baja: más del 50% de
fertilizantes aplicados al suelo por un agricultor se pierde, sea por
lixiviación (arrastre de agua al subsuelo), por volatilidad o por fijación en
el suelo. Es decir, los cultivos aprovechan menos de la mitad del fertilizante
que se aplica: hay una baja eficiencia. Es
posible mejorar esta eficiencia a través de buenas prácticas de fertilización,
como el uso de análisis de suelos, dosificando según necesidad del cultivo o
haciendo aplicaciones foliares, lo que permitiría mejorar la eficiencia sin
afectar, incluso, mejorando la productividad. Otra forma de mejorar la
eficiencia es con la tecnificación del
riego, por ejemplo, el sistema de goteo mejora la eficiencia de uso de agua
y también de fertilizante hasta más del 80%; pero la tecnificación es costosa y
requiere de plazos medios para lograr que los productores adopten una nueva
tecnología. La otra forma de mejorar la eficiencia es a través de una fertilización integral, que incluya los 16 nutrientes
esenciales, lo que incrementará la producción aprovechando mejor los
insumos usados. Entonces, el desabastecimiento puede superarse mejorando la
eficiencia del uso de fertilizantes; en el corto plazo a través de mejores
prácticas de fertilización y con una fertilización integral; o tecnificando el
riego en el mediano plazo. En cualquier caso, se requiere la adecuada voluntad
política y una ágil capacidad técnica-operativa, para movilizar equipos
profesionales de técnicos que permitan esta mejora.
Finalmente, a nivel de
demanda, esta crisis impactará la seguridad alimentaria, entonces, la solución
no debe limitarse a la producción agrícola, cuando impacta en el sistema de consumo alimentario y
nutricional. Es oportuno, cuando no necesario, replantearnos la necesidad
de mejorar la dieta alimenticia de la población peruana, promover la quinua y
cañihua como supercereales mejores que el arroz o el trigo, o el tarwi como una
menestra con mayor contenido de proteína que la soya. La oferta de nuestra
producción agropecuaria será cada vez más cara y escasa y también la que
importamos: el maíz amarillo, el trigo, la soya y sus derivados. Es una crisis
multidimensional y debe abordarse como tal.
A nivel de la oferta de fertilizantes se ha hablado
bastante. Pero, con una visión incompleta: “comprar
urea donde sea”. Descuidando alternativas que ya existen en el mercado,
como las importaciones de substitutos. Esto lo saben las empresas que conocen y
participan de la oferta y su canal
comercial: los grandes fabricantes mundiales, que están integrados y/o
trabajan con estrecha cercanía con sus sistemas de distribución y gestionan la
distribución internacional de fertilizantes, más que los gobiernos. Así, el sector
privado ha comenzado a solucionar el problema, asegurando el abastecimiento de productos fertilizantes substitutos de los
clásicos, como el sulfato de amonio ante la ausencia de urea, o sulfato de
potasio ante la ausencia de cloruro. El gobierno debería sumarse a este proceso,
pues quienes conocen técnicamente y participan del funcionamiento del mercado
son estos actores: estrategias conjuntas
con el sector privado proveedor. Entonces, no se trata de comprar por
comprar, sino de comprar bien, incluyendo alternativas sustitutas eficientes,
trabajando con quienes gestionan el abastecimiento mundial, tanto de urea, como
de los demás fertilizantes, igual de críticos para la producción y
productividad agrícola.
La fabricación propia de fertilizantes puede aliviar la escasez, pero desarrollar
su cadena de suministro (hacia atrás y adelante), debe ser abordada de manera realista,
no es una inversión a la ligera, en el mejor de los casos no estará operativa,
de manera sostenible, antes de 4 años. Otras opciones son la fabricación de biofertilizantes como
derivados de algas, proteína hidrolizada animal, bacterias fijadoras de
nitrógeno, bio-fermentos, etc. podrían constituir alternativas de diversa
dimensión y de corto o mediano plazo, siempre que sea en el marco de una
estrategia consistente, integrada con la cadena de distribución real, de nuevo
la alianza con el sector privado es crítica.
La crisis del sector
productivo agrícola afectará el sistema alimentario y nutricional, no puede
manejarse desde una óptica solo de abastecimiento de algunos fertilizantes. Sino
de manera multidimensional, superando limitantes del sector, en alianza con los
canales comerciales especialistas y desde las complejas condiciones de la
demanda. No debe olvidarse que estamos en un contexto de crisis internacional,
con una inflación mundial que se ha venido, y continúa, incrementando desde
inicios del 2021 (que ha tenido mucho que ver con la subida de precios de la
energía, petróleo y fertilizantes), complicada por el contexto COVID, con el
riesgo de una recesión económica mundial en los siguientes años, en el marco de
los cuales, la guerra Rusia-Ucrania solo es la cereza del pastel.
Consultas: info@sociatividad
http://asociatividad.org/



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